En el número 68 de la calle Tallers de Barcelona, tras un rótulo negro con letras blancas que podría ser de un bar cualquiera, se esconde el Nevermind, una segunda casa para los fanáticos del grunge y el patín.
En la entrada hay tablas de exposición y verjas negras que te conducen a una segunda puerta a partir de la cual todas las superficies están llenas de pegatinas skaters o musicales, hay una máquina expendedora de cerveza, otra de palomitas, un futbolín, sofás, una máquina recreativa old school, televisores donde pasa un vídeo de skate tras otro y, temporalmente, una gran pared presidida por un graffiti de Kram con sistema de iluminación; representa un cocodrilo que acaba de romper su tabla. ¡Toma presentación!
En el fondo del Nevermind, la joya de la corona: un pequeño bowl, difícil, donde siempre hay gente patinando, que ha vivido mil y una historias. Está abierto de 17h a 23h y luego se pueden tomar cervezas dentro. Por las paredes, un pequeño cementerio con centenares de tablas. Del techo cuelgan barriles de cerveza y varias zapatillas de un día que cambiaban cervezas por calzado. Así son las cosas en este bar.
Todo empezó en 2008, cuando cuatro compañeros de trabajo en el Bar Manchester (Alex Schoihet, Ariel Gejman, Sebastián Wolleter y Francesco Andrisano), fueron a ver un bar, se asociaron y crearon el Nevermind, al que le dedicarían cada noche de los próximos dos años de su vida entre premieres de skate y una pequeña miniramp de madera que por temas legales fue sufriendo modificaciones.
La cosa les iba bien. Tanto, que montaron otro bar en Barcelona: The Bollocks (Never Mind The Bollocks, en referencia al único álbum de la banda punk Sex Pistols). Sin embargo, la inquietud por hacer algo más grande seguía ahí. Uno de los fundadores, Alex Schoihet, cuenta que buscaban “un lugar donde potenciar las dos ramas forman el alma de sus bares: la música grunge y el skate”.
Un día, al fin, encontraron ese lugar donde meter ruido y artificio. Un bar con licencia musical de verdad, de los pocos que quedan en la Ciudad Condal. Lo vieron con la luz del móvil porque los inquilinos no habían pagado la luz, pero a pesar de las condiciones, cuando vieron la parte trasera lo tuvieron claro: “aquí irá el bowl”. Después, gracias a la asociación con Spoko Ramps y la colaboración de Red Bull, el sueño se hizo realidad: ¡tenían un bowl patinable dentro de su bar!
Contando que cada día pasan cosas y que hace muchos días que el bar está en funcionamiento, las anécdotas son incontables, aunque Alex Schoihet tiene claro cuáles destacar.
Cada día pasa algo, cada día escuchas comentarios sobre algo que pasó la noche anterior.
La primera la protagonizó uno de los camareros del bar, skater y músico, Alex Montero. Durante un campeonato que se hizo llamado Patatasada se subió a las rejas del bowl y, tocando el techo con la cabeza, hizo un drop épico al segundo o tercer intento. “Era realmente peligroso, pero lo cayó”, comenta Schoihet.
La segunda tiene que ver con uno de los riders que sponsorizan con camisetas y consumiciones en el bar: Sol Rosales. “Todo lo que hace Sol en el bowl es de un nivel espectacular, su soltura es increíble”, apunta Alex Schoihet, quien añade que el otro rider de la familia es Yeray Escobar, “otro fenómeno”.
La tercera la protagoniza ni más ni menos que Eric Koston. Cuenta Alex que durante los X Games que se celebraron en Barcelona, Koston pasó por el bar (y con él todos los Pros) y un encargado que ese día estaba de fiesta dijo “este será profesional del skate, pero a mí no me gana nadie a chupar”. Lo retó a ver quién se tomaba las cervezas más rápido, con chupito final. Ganó el encargado y al poco Koston hizo bomba de humo y se fue al hotel, tocado.
Actualmente, entre los 3 bares, Alex y sus socios dan trabajo a 30 personas.
Para trabajar aquí te tiene que gustar el skate y la música, hay que cumplir unos requisitos muy especiales.
Una de las que ha pasado por allí es Sika de la Gala, para la que Schoihet solamente tiene buenas palabras: “es una grande, ella nos ama y nosotros la amamos, ella nos agradece haber trabajado aquí y nosotros se lo agradecemos”. El cofundador del Nevermind hace extensibles los agradecimientos “a los miles y miles de clientes que han pasado por el bar, han creado el ambiente que hay y han encontrado aquí su casa”.
La gente que ha hecho del Nevermind su casa no son solamente skaters, sino también amantes de la música. Schoihet se encarga del marketing y la parte musical del Nevermind, que no es poca: “los miércoles hay DJ, cada día hay música y cada domingo, gratis, hay concierto en el Never, una gran oportunidad para las bandas de punk, rock, grunge, stoner, etc para tocar en el centro de Barcelona”.
No cobramos nada, no ganamos nada, como mucho pagamos un poquito a las bandas para que no toquen gratis, pero cualquiera puede hacer cosas aquí.
El próximo 1 de julio celebrarán su aniversario con una fiesta por todo lo alto en la Sala Apolo de Barcelona. Hasta entonces y a partir de allí el Nevermind seguirá con sus conciertos, sus premieres, sus sesiones y sus anécdotas diarias. Si pudiéramos pedir un deseo, sería el mismo que pide Alex Schoheit: “que no tengamos que cerrar nunca este local”.
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