“No me mires, no me mires, déjalo ya, que hoy no me he peinado a la moda y tengo una imagen demasiado normal para que te pueda gustar”, cantaban los siempre visionarios Mecano en 1982. Cerca de cuatro décadas después su premisa sigue viva.
Todos y todas nos construimos bajo la mirada ajena, presentándonos ante el resto adornados con una estética determinada como si de una armadura se tratase. No hay escapatoria posible. No hay quien haya sido completamente inmune a tendencias y modas pasajeras igual que no hay quien esté exento de malas decisiones estéticas en su pasado.
El hecho de que te alegre tanto que no hubiese redes sociales durante tu adolescencia y hayas escondido todas las pruebas en forma de fotografías analógicas en el fondo de un cajón así lo evidencian.
Y el peor parado ha sido siempre el pelo. Cabelleras de todo el mundo se han visto sometidas a cortes imposibles, cardados que desafiaban las leyes de la gravedad, permanentes que abrieron el agujero de la capa de ozono y colores de tintes que no aparecen ni en Pantone.
Por eso hoy nuestro artículo va dedicado a ellos, a los peinados de la noche y a las tribus urbanas que han sabido defenderlos a lo largo del tiempo.
Rockabillies y Rockers:
Danni Zuko llegando al instituto, Danny Zukko sacando un peine del bolsillo trasero de sus ajustadísimos pitillos, Danny Zukko peinándose el tupé mejor engominado de la historia de la humanidad. No existe ni existirá un mejor retrato del peinado de los rockabillies y los rockers.
Mods:
El traje italiano pero el peinado francés, más específicamente de la Nouvelle Vague, el de la fastidiosamente pizpireta Amelie para los más jóvenes. Pelos cortos, simétricos, cuidados hasta el más mínimo detalle y con interesantes matices andróginos.
Hippies:
El amor por lo orgánico y lo biodegradable no es nuevo, ya lo inventaron los hippies en los ´60 junto con el amor propio y el quererte tal y como eres (que no te engañen los fit influencers). Y esta filosofía se trasladaba a sus pelos, largos, sedosos, naturales y sobre todo libres, muy libres.
Heavies:
En una línea estética similar se movían, y se siguen moviendo, los heavies pero sin hacer ascos a lo artificial. Así, en origen sus peinados eran una oda a los cardados y a la saturación de accesorios mientras que en los últimos años han decidido adoptar una posición algo más sobria. Menos es más como decía Coco Chanel.
Grunges:
Ni largo ni corto, media melenita poco cuidada, siempre despeinada y escasamente lavada que deje clara su posición frente al mundo. Todo es una mierda, el presente no vale nada, el futuro es incierto y no hay salvación posible, ¿para qué perder el tiempo usando champú y suavizante?
Skaters:
Misma media melenita, misma actitud de el mundo no está hecho para mí y misma posición al margen de la sociedad de los grunges pero sabiendo lo que es una mascarilla y evitando las puntas abiertas. Si además le suman reflejos dorados del sol y ondas surferas tienen el combo ganador.
Hipsters:
Los y las antiguas hipsters ahora reconvertidos en muppies han tomado la estética hippie y le han mutilado la filosofía sobre la que se sustenta. Pelos largos y naturales pero con los últimos y más caros productos del mercado, tupés despeinados pero con raya al lado y degradado milimétrico, flequillos chic imposibles de mantener, moños, barbas…
Discos:
El disco y los disco adeptos lograron algo que parecía imposible, hacer que el pelo afro fuese no sólo aceptado social y culturalmente sino ampliamente deseado. Una batalla no menor si tenemos en cuenta la marginación y el escarnio al que han estado siempre sometidos los peinados afroamericanos.
Glams:
David Bowie, rojo fuego, corto de arriba y largo de atrás, y la elevación del mullet a categoría de arte. Los y las integrantes del Glam hicieron de la androginia su carta de presentación y la acompañaron de tantos cardados, desfilados y tintes como fueron capaces de imaginar.
Punkies:
La apropiación cultural no existía cuando los punkies decidieron que la cresta de la Nación Mohawk era el peinado que mejor representaba su actitud de “I don’t give a F***k”. Le sumaron kilos de gomina y tintes varios hasta lograr el extraño equilibrio de he dedicado una hora a peinarme para que sepas que no me importa lo que piensas de mí.
New Romantics:
Con los peinados de los y las New Romantics estamos hablando de palabras mayores. Son probablemente la tribu urbana que más lejos llevó las posibilidades. Lo mismo encontrabas un cardado, que un mullet, que un peinado a lo María Antonieta. Todo valía, nada sobraba.
Góticos / Emos:
Robert Smith canta "los chicos no lloran" pero probablemente cambia de opinión cuando se desenreda el pelo, si es que alguna vez lo ha hecho. El cardado bajo las manos de los góticos cobró un nuevo sentido del mismo modo que los emos encontraron un nuevo tono de negro, tan oscuro como la tristeza que habitaba en su corazón. Más de un óptico se frotó las manos con su decisión de cubrirse un ojo con el flequillo.
Cyberpunkies:
Que el futuro no iba a ser el de Blader Runner no lo sabían los Cyberpunk de ahí que decidiesen adoptar su estética. Cortes de pelo en los que por fin podían aplicar la geometría que habían estudiado en el colegio, ¿quién dijo que saber lo que era un heptaedro no servía para nada? Todo ello con los colores neón más saturados que se hayan visto jamás. Pasar desapercibido no era una opción.
Pijos:
Cuesta imaginar un momento de su vida en el que no hayan tenido una raya al lado, quizás al nacer o tras un concierto de los Hombres G. El origen de sus ondas sigue siendo uno de los grandes misterios de la humanidad, ¿siglos de endogamia o simple habilidad con las tenacillas?
Bakalas / Chonis / Canis:
Las clases trabajadoras y populares siempre han sabido ser más creativas, tanto es así que cada generación de bakalas, chonis o canis ha tenido su peinado insignia. El cenicero, las greñas, las puntas rubias, las mechas de colores, ese extraño kiki en la coronilla de perturbadora similitud con el Sr Patata…
Reggaetoneros / Traperos / Raperos / Hip Hoperos:
Una variedad similar de posibilidades encontramos en los peinados elegidos por los géneros urbanos como el Reggaeton o el Trap, quizás porque su origen es igualmente popular. Suelen imperar los rapados, en muchas ocasiones decorados hábilmente con líneas, formas y dibujos al más puro estilo Eduardo Manostijeras. Pero no faltan trenzas, rastas y afros que sirven tanto a propósitos estéticos como a reivindicaciones sociales.
Rastafaris:
Este movimiento espiritual jamaicano encontró en las rastas o dreadlocks una manera de representar la melena del León de Judah (integrado en la bandera de Etiopía) y lo ha mantenido a lo largo del tiempo. Ser rastafari sin rastas es como comer churros sin chocolate. Se puede, pero no tiene mucho sentido.
Otakus:
¿Por qué limitarte a las posibilidades que tu pelo tiene cuando puedes ampliarlas hasta el infinito con el uso de pelucas? Así lo creen los otakus y otras tribus urbanas de inspiración anime que han hecho del pelo sintético su mejor aliado.
Y tú, ¿cuántos de estos peinados has llevado?
Descubre más contenidos sobre nightlife aquí.